jueves, 24 de julio de 2014

Uno para todos y todos para uno



-Claro, ¿no sabéis que no se nos ve jamás a uno sin los otros, y que entre los mosqueteros y entre los guardias, en la corte y en la ciudad, se nos llama Athos, Porthos y Aramis o los tres inseparables? Bueno como vos llegáis de Dax o de Pau...
-De Tarbes -dijo D'Artagnan.
 -...os está permitido ignorar este detalle –dijo Athos.
-A fe mía -dijo D'Artagnan-, que estáis bien llamados, señores, y mi aventura, si tiene alguna resonancia, probará al menos que vuestra unión no está fundada en el contraste.
Entre tanto Porthos se había acercado, había saludado a Athos con la mano; luego, al volverse hacia D'Artagnan, había quedado estupefacto. Digamos de pasada que había cambiado de tahalí, y dejado su capa.
-¡Ah, ah! -exclamó-. ¿Qué es esto?
-Este es el señor con quien me bato -dijo Athos señalando con la mano a D'Artagnan, y saludándole con el mismo gesto.
-Con él me bato también yo -dijo Porthos.
-Pero a la una -respondió D'Artagnan.
-Y también yo me bato con este señor –dijo Aramis llegando a su vez al lugar.
-Pero a las dos -dijo D'Artagnan con la misma calma.
-Pero ¿por qué te bates tú, Athos? –preguntó Aramis.
-A fe que no lo sé demasiado; me ha hecho daño en el hombro. ¿Y tú, Porthos?
-A fe que me bato porque me bato –respondió Porthos enrojeciendo.
Athos, que no se perdía una, vio pasar una fina sonrisa por los labios del gascón.
-Hemos tenido una discusión sobre indumentaria -dijo el joven.
-¿Y tú, Aramis? -preguntó Athos.
-Yo me bato por causa de teología –respondió Aramis haciendo al mismo tiempo una señal a D'Artagnan con la que le rogaba tener en secreto la causa del duelo.
Athos vio pasar una segunda sonrisa por los labios de D'Artagnan.
-¿De verdad? -dijo Athos.
-Sí, un punto de San Agustín sobre el que no estamos de acuerdo -dijo el gascón.
-Decididamente es un hombre de ingenio -murmuró Athos.
-Y ahora que estáis juntos, señores –dijo D'Artagnan-, permitidme que os presente mis excusas.
A la palabra «excusas», una nube pasó por la frente de Athos, una sonrisa altanera se deslizó por los labios de Porthos, y una señal negativa fue la respuesta de Aramis.
-No me comprendéis, señores -dijo D'Artagnan alzando la cabeza, en la que en aquel momento jugaba un rayo de sol que doraba las facciones finas y osadas-: os pido excusas en caso de que no pueda pagaros mi deuda a los tres, porque el señor Athos tiene derecho a matarme primero, lo cual quita mucho valor a vuestra deuda, señor Porthos, y hace casi nula la vuestra, señor Aramis. Y ahora, señores, os lo repito, excusadme, pero sólo de eso, ¡y en guardia!


ALEJANDRO DUMAS, nació el 24 de de julio de 1803, en Francia




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