domingo, 24 de agosto de 2014

EL BUEN COMBATE



El hombre nunca puede cesar de soñar. El sueño es el alimento del alma, como la comida lo es del cuerpo. Muchas veces, en nuestra existencia, vemos nuestros sueños deshechos y nuestros deseos frustrados, pero es necesario continuar soñando, pues de lo contrario nuestra alma muere.
El Buen Combate es aquel emprendido porque nuestro corazón lo pide. Desplazado de los campos de batalla de antaño al interior de nosotros mismos.
El Buen Combate es aquel entablado en nombre de nuestros sueños. Cuando explotan dentro de nosotros, con todo su vigor, en la juventud, tenemos mucho coraje pero todavía no hemos aprendido a luchar. Después de mucho esfuerzo, hemos aprendido a luchar pero ya no tenemos el mismo coraje para combatir. Por eso, nos volvemos contra nosotros mismos y pasamos a ser nuestro peor enemigo. Decimos que nuestros sueños eran infantiles, difíciles de realizar o fruto de nuestra ignorancia de las realidades de la vida. Matamos nuestros sueños porque tenemos miedo de entablar el Buen Combate.


· El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo. Las personas más ocupadas siempre tienen tiempo para todo. Sin embargo, las que nada hacen siempre están cansadas, no consiguen realizar el poco trabajo que tienen y se quejan constantemente de que el día es demasiado corto. En verdad, tienen miedo de enfrentarse con el Buen Combate.
· El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños son nuestras certezas. Porque no queremos considerar la vida como una gran aventura para ser vivida. Pasamos a juzgarnos sabios, justos, correctos en lo poco que pedimos de la existencia. Miramos más allá de las murallas y escuchamos el ruido de lanzas que se rompen, el olor de sudor y de pólvora. Pero nunca notamos la alegría, la inmensa alegría que está en el corazón de quien está luchando, porque para ellos no importan ni la victoria ni la derrota, importa sólo participar del Buen Combate.
· Finalmente, el tercer síntoma de la muerte de nuestros sueños es la paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y sin exigirnos más de lo que queremos dar. Creemos entonces que ya estamos maduros; abandonamos las fantasías de la infancia y conseguimos realizarnos personal y profesionalmente. Nos sorprendemos cuando alguien de nuestra edad dice que quiere todavía esto o aquello de la vida. Pero, en verdad, en lo íntimo de nuestro corazón sabemos que lo que ocurrió fue que renunciamos a luchar por nuestros sueños, a entablar el Buen Combate.
Cuando renunciamos a nuestros sueños y encontramos la paz, tenemos un pequeño período de tranquilidad. Pero los sueños muertos comienzan a pudrirse dentro de nosotros e infectan todo el ambiente en que vivimos. Empezamos a ser crueles con los que nos rodean y finalmente pasamos a dirigir esta crueldad contra nosotros mismos. Surgen las enfermedades y las psicosis. Lo que queríamos evitar en el combate –la decepción y la derrota- pasa a ser el único legado de nuestra cobardía. Y llega un bello día en que los sueños muertos y podridos vuelven el aire tan irrespirable que pasamos a desear la muerte, la muerte que nos libre de nuestras certezas, de nuestras ocupaciones y de aquella terrible paz de las tardes de domingo.


PAULO COELHO, nace el 24 de agosto de 1947, en Rio de Janeiro (BRASIL)




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