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jueves, 13 de noviembre de 2014

Dr. JEKYLL Y Mr. HYDE



- La naturaleza –le indiqué- es la voz de Dios que los hombres desobedecen ante el peligro, y, si de esta manera hemos sido reunidos por el milagro del amor, es que hay una correspondencia divina entre nuestras almas, que debemos estar hechos –le dije- el uno para el otro. Necios rebeldes deberíamos ser –exclamé-, contra Dios, para no seguir este impulso.

Ella sacudió la cabeza.

- Se irá usted hoy –repitió-: luego, haciendo un ademán, en tono repentino, agudo-: no, hoy no –exclamó-; mañana.

Pero ante aquel indicio de ablandamiento, la fuerza me llegó como un torrente. Estiré los brazos y la llamé por su nombre: ella se inclinó y se abrazó a mí. Las colinas danzaron, la tierra se estremeció, la conmoción me dejó ciego y mareado. Y, un instante después, ella me rechazaba violentamente de mis brazos y huía con la rapidez de una corza por entre los alcornoques.

Permanecí de pie y grité a las montañas, me volví y regresé a la residencia, caminando sobre nubes. Me había dicho que me fuera y yo sólo había tenido que llamarla por su nombre para que viniera a mí. Tales eran las debilidades de las mujeres, debilidades de las cuales ni ella, la más extraña criatura de su sexo, estaba exenta. ¿Irme? No, Olalla. ¡Oh, no, Olalla, mi Olalla!


ROBERT LOUIS STEVENSON, nació el 13 de noviembre de 1850, en Edimburgo