Teología /1
El catecismo me ensenó, en la
infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios
me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía
el cielo: y yo prometía y creía.
Han pasado los años. Yo ya no
temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si merezco ser asado a la parrilla, a
eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que estará
lleno de horribles turistas de clase media; y al fin y al cabo se hará
justicia.
Sinceramente: merecer, merezco.
Nunca he matado a nadie, es verdad, pero ha sido por falta de coraje o de tiempo,
y no por falta de ganas. No voy a misa los domingos, ni en fiestas de guardar.
He codiciado a casi todas las mujeres de mis prójimos, salvo a las feas, y por tanto
he violado, al menos en intención, la propiedad privada que Dios en persona sacralizó
en las tablas de Moisés: No codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro,
ni a su asno… Y por si fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el
acto del amor sin el noble propósito de reproducir la mano de obra.
Yo bien sé que el pecado carnal está·
mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora.
La pequeña
muerte
No nos da risa el amor cuando
llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en
lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea
jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría
que duele.
Pequeña muerte, llaman en Francia
a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos
encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande,
muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.
El sistema /1
Los funcionarios no funcionan.
Los políticos hablan pero no dicen.
Los votantes votan pero no eligen.
Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.
Los jueces condenan a las victimas.
Los militares están en guerra contra sus compatriotas.
Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos.
Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan.
Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas.