Alabado sea el que fue joven
durante su juventud, alabado el que maduró cuando tocaba, el que supo resistir
el hielo de la vida a medida que transcurrían los años, el que nunca se entregó
a sueños absurdos, el que no evitó la
sociedad a la moda, el que a los veinte años era un dandi o un libertino y a los
treinta formó una buen matrimonio, el que a los cincuenta se sacó de encima las
deudas, el que supo ganar fama, dinero y gloria, aquel del cual siempre de ha
dicho y se dirá: ¡He aquí un hombre de provecho! ¡Alabado el que escuchó la voz
severa de la necesidad terrenal! El que caminó por la vida por la senda intermedia,
el camino central con sus pilares indicadores, el que se propuso un objetivo y
luchó para conseguirlo, el que sabía porque nació y devolvió el alma al Creador
hecho todo un terrateniente o un general.
“Hemos nacido”, dice Séneca,
“para hacer el bien al prójimo, pero también a nosotros mismos” (no se puede
decir ni más alto ni más claro), y resulta lamentable haber vivido medio siglo
y no descubrir, examinando el pasado, más que el paso de unos años perdidos sin
provecho alguno. ¡Que triste pensar que la juventud nos fue otorgada en vano,
que la escogimos en cada momento, que nos engañó, que nuestros mejores deseos,
que los sueños de una fresca imaginación se han ido marchitando uno detrás de
otro igual como se pudren las hojas en otoño!
Resulta insoportable
contemplar, al imaginar el futuro, una sarta de banquetes, ver la vida como un
ritual vacío de sentido, y seguir los pasos de la masa “decente” sin participar
de sus pasiones y puntos de vista.
Hoy 30 de abril traspaso la 5ª década. “Qué me
quiten lo bailao”