El ojo del espíritu no puede encontrar en ningún
lugar tantos resplandores ni tantas tinieblas como en el hombre, no puede
observar nada más terrible y complejo, más misterioso, más infinito. Existe un
espectáculo más grande que el mar, y es el cielo; hay un espectáculo más grande
que el cielo, y es el interior del alma.
Hacer el poema de la conciencia humana, ni que
fuera a propósito de un solo hombre, ni que fuera a propósito del más ínfimo de
los hombres, sería fundir todas las epopeyas en una epopeya superior y
definitiva. La conciencia es el caos de las quimeras, de las codicias y de las
tentaciones, la hoguera de los sueños, el antro de las ideas que nos
avergüenzan; es el pandemónium de todos los sofismas, es el campo de batalla de
las pasiones. Penetrad la cara lívida de un hombre que piensa i mirad detrás,
mirad en aquella alma, mirad en aquella oscuridad; allí, debajo el silencio
exterior, hay combates de gigantes como los de Homero, luchas de dragones e
hidras y vuelos de fantasmas como los de Milton, espirales visionarias como las
de Dante.
Negro es el infinito que todo hombre lleva en su
interior y con el cual mide desesperado, las voluntades de su cerebro y los
actos de su vida.