Existen, por lo menos,
tres tipos de tiempo y vitalidad. Existe el tiempo de los dioses, la eternidad
en la que nada ocurre, todo está ya fijo, nada desaparece.
Existe el tiempo de los
hombres, que es un tiempo lineal, pues corre siempre en el mismo sentido: se
nace, se crece, se llega a adulto, se envejece y se muere. Todos los seres
vivos están sometidos a él.
Y existe, finalmente,
un tercer tiempo que es circular o tiene forma de zigzag, un tiempo en el que
hace pensar en el hígado de Prometeo.
Prometeo es encadenado
a una columna, a media altura de una montaña, entre el cielo y la tierra, por
Zeus y sirve de alimento a su pájaro, el águila portadora de su rayo, mensajera
de su poder invencible. Todos los días, el águila de Zeus devora por completo
el hígado de Prometeo, sin dejar nada. Durante la noche, el hígado se recupera
totalmente. Día tras día el águila se nutre de la carne de Prometeo, y noche
tras noche se recompone; así seguirán hasta el momento en que Heracles libere a
Prometeo con el consentimiento de Zeus.
Este tiempo prometeico
es parecido a los movimientos de los astros semejante, por ejemplo, al de la
luna, que crece y perece para renacer a continuación, de manera indefinida. No
es la eternidad de los dioses, ni tampoco el tiempo terrestre, el tiempo
mortal, que siempre avanza en el mismo sentido. Es un tiempo del que los
filósofos podrán decir que es la imagen móvil de la eternidad inmóvil.
JEAN-PIERRE VERNANT, nace el 4 de enero de 1914 en Francia.
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