La cena había terminado.
Los platos habían sido excelentes, los vinos exquisitos,
Rogers había servido la mesa admirablemente.
Todos estaban de buen humor y las lenguas empezaban a
desatarse. El juez Wargrave, dulcificado por el delicioso vino de Oporto, era
espiritual e irónico; el doctor Armstrong y Tony Marston le escuchaban con
placer. La señorita Brent hablaba con el general MacArthur; habían encontrado
amigos comunes. Vera Claythorne sometía al señor Davis a cuestiones relativas
al África del sur, tema que el señor Davis conocía a fondo.
Lombard seguía esta conversación. Una o dos veces levantó
los ojos bruscamente y sus párpados se encogieron. De vez en cuando miraba
discretamente alrededor de la mesa y estudiaba a los otros comensales.
De repente, Marston exclamó:
- Son raras estas estatuillas. ¿verdad?
En el centro de la mesa redonda, sobre una bandeja de
cristal, estaban colocadas unas figurillas de porcelana.
- Negros –dijo Tony-. La isla del Negro. De ahí es de
donde viene la idea, supongo.
Vera se inclinó hacia delante.
- En efecto, es divertido. Cuántos son. ¿Diez?
- Sí… hay diez.
Vera exclamó:
- Son graciosos. Son los diez negritos de la canción de
cuna; en mi cuarto está en un cuadro, suspendido sobre la chimenea.
- En mi cuarto también –dijo Lombard.
- En el mío también.
- Y en el mío.
Todo el mundo hizo coro.
Diez negritos se fueron a cenar.
Uno de ellos…
AGATHA CHRISTIE, nació el 15 de
septiembre de 1890, en Devon (G.B.)
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