En casa de los Oblonsky andaba
todo trastrocado. La esposa acababa de enterarse de que su marido mantenía
relaciones con la institutriz francesa y se había apresurado a declararle que no
podía seguir viviendo con él.
Semejante situación duraba ya
tres días y era tan dolorosa para los esposos como para los demás miembros de
la familia. Todos, incluso los criados, sentían la íntima impresión de que aquella
vida en común no tenía ya sentido que, incluso en una posada, se encuentran más
unidos los huéspedes de lo que ahora se sentían ellos entre sí.
La mujer no salía de sus
habitaciones; el marido no comía en casa desde hacía tres días; los niños
corrían libremente de un lado a otro sin que nadie les molestara. La
institutriz inglesa había tenido una disputa con el ama de llaves y escribió a
una amiga suya pidiéndole que le buscase otra colocación; el cocinero se había
ido dos días antes, precisamente a la hora de comer; y el cochero y la ayudante
de cocina manifestaron que no querían continuar prestando sus servicios allí y
que sólo esperaban que les saldasen sus haberes para irse.
El tercer día después de la
escena tenida con su mujer, el príncipe Esteban Arkadievich Oblonsky –Stiva,
como le llamaban en sociedad–, al despertar a su hora de costumbre, es decir, a
las ocho de la mañana, se halló, no en el dormitorio conyugal, sino en su
despacho, tendido sobre el diván de cuero.
LEON TOLSTOI, nació
el 9 de septiembre de 1828, en Rusia
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