Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en
nuestra actitud frente a la vida. Debemos aprender por nosotros mismos, y
también enseñar a los hombres desesperados que en realidad no importa que no
esperemos nada de la vida, sino que la vida espere algo de nosotros. Dejemos de
interrogarnos sobre el sentido de la vida y, en cambio, pensemos en lo que la
existencia nos reclama continua e incesantemente. Y respondamos no con
palabras, ni con meditaciones, sino con el valor y la conducta recta y
adecuada. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de
encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea,
cumplir con las obligaciones que la vida nos asigna a cada uno en cada instante
particular.
Esas obligaciones y esas tareas, y consecuentemente el
sentido de la vida, difieren de un hombre a otro, de un momento a otro, de
forma y manera que resulta imposible definir el sentido de la vida en términos
abstractos. Jamás se podrá responder a las preguntas sobre el sentido de la
vida con afirmaciones absolutas. “Vida” no significa algo vago o indeterminado,
sino algo real y concreto, que conforma el destino de cada hombre, un destino
distinto y único en cada caso singular. Ningún hombre ni ningún destino pueden
compararse a otro hombre o a otro destino. Tampoco se repite ningún situación, y
cada una reclama una respuesta distinta.
VIKTOR E. FRANKL,
murió el 2 de septiembre de 1997, en Viena
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