Lo primero que llama la atención es la luz. Todo está
inundado de luz. De claridad. De sol. Y tan sólo ayer: un Londres otoñal bañado
en lluvia. Un avión bañado en lluvia. Un viento frío y la oscuridad. Aquí, en
cambio, desde la mañana todo el aeropuerto resplandece bajo el sol, todos
nosotros resplandecemos bajo el sol.
Ya en la escalerilla del avión nos topamos con otra novedad:
el olor del trópico. Es el olor del cuerpo acalorado y del pescado secándose,
de la carne pudriéndose y la kassawa asada, de flores frescas y algas
fermentadas, en una palabra, de todo aquello que, a un tiempo, resulta agradable
y desagradable, que atrae y echa para atrás, que seduce y da asco. Ese olor nos
llegará de los palmerales, saldrá de la tierra incandescente, se elevará por
encima de las alcantarillas apestosas de las ciudades. No nos abandonará, es
parte del trópico.
Y, finalmente, el descubrimiento más importante: la gente.
Gentes de aquí, del lugar. ¡Cómo encajan en ese paisaje, en esa luz, en ese
olor! ¡Cómo se convierten el hombre y la naturaleza en una comunidad indivisible,
armónica y complementaria! ¡Cómo se funden en un solo cuerpo! ¡Cómo cada una de
las razas está enraizada en su paisaje, en su clima! Nosotros moldeamos nuestro
paisaje y él moldea los rasgos de nuestros rostros. En medio de esas palmeras y
lianas, de toda esa exuberancia selvática, el hombre blanco aparece como un
cuerpo extraño, estrafalario e incongruente. Pálido, débil, con la camisa
empapada en sudor y el pelo apelmazado, no cesan de atormentarlo la sed, el
tedio y la sensación de impotencia. El miedo no lo abandona: teme a los mosquitos,
a la ameba, a los escorpiones, a las serpientes; todo lo que se mueve lo llena
de pavor, de terror, de pánico.
Los del lugar, todo lo contrario: con su fuerza, gracia
y aguante, se mueven con desenvoltura y naturalidad, y a un ritmo que el clima
y la tradición se han encargado de marcar; un ritmo tal vez poco apresurado,
más bien lento, pero, a fin de cuentas, en la vida tampoco se puede conseguirlo
todo; de no ser así, ¿qué quedaría para otros?
Hoy 25 de mayo:
Día
de África
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