En 1992 Franco Rinaldi ganó el Premio Persona en
la categoría "Niño del Año". Para merecerlo, había sido lo más
parecido a un chico de doce años que podía ser. Bastante para alguien que nació
con los huesos de cristal y en total iba a alcanzar el metro-cero-nueve de
altura. La osteogénesis imperfecta parece darle derecho a la gente a decirle
"Franquito", acariciarle la cabeza o preguntarle cosas tales como si
alguna vez pensó en matarse. Franco no miente ni dice la verdad. En el fino
andarivel entre autobiografía y ficción, arma el esqueleto de este avión enorme
que es su libro. Hilvana los episodios en la TV con las tardes en los bares
-que son botes salvavidas-; la intimidad con las azafatas, con el médico, con
la madre; las amigas que lo acompañan al teatro, a la cama o al hospital; las
sesiones de terapia en las que se pregunta qué es curarse. Pero para él lo
mejor de todo es volar, con el cielo azul de un lado del avión y violeta del
otro. Y no para abstraerse de sí mismo o del mundo. Al contrario: porque conoce
todos los elementos que tienen que estar a la vez en movimiento para que tantas
toneladas de materia puedan flotar. En este libro -¿en la vida?-, la felicidad
está en los detalles. Marina Mariasch
Hoy 6 de mayo:
Día Internacional de la Osteogénesis Imperfecta
Gracias por recordar este día. Personalmente, no sabía que hoy era el Día Internacional de la Osteogénesis Imperfecta...
ResponderEliminarBonita historia, y ¡coincido, la felicidad está en los detalles!
Un abrazo
Martina, no me des a mí las gracias , pues sólo me limito en remitir lo que ya está escrito. Pero te puedo asegurar que con este sencillo acto, este año me estoy enterando de hechos impensables por mí mismo.
EliminarEn concreto con esta enfermedad, desconocía por completo su nombre y a raíz de publicar este post, he indagado un poco por la red y topé con este libro; que después de leerlo te planteas si mis quejas tienen algún sentido, comparándolas con el día a día, de tanta gente con serios problemas.
Un abrazo.