En vez
de despedirla, la convocó a una entrevista personal, durante la cual intentó
comprender de qué pasta estaba hecha la problemática chica. Reforzó su
convicción de que Lisbeth Salander sufría algún tipo de trastorno grave, pero
también descubrió que tras su arisca apariencia se ocultaba una persona inteligente.
Por una parte, la veía frágil e irritante, pero, por otra, y para su sorpresa,
empezaba a caerle bien.
Durante
los meses siguientes, Armanskij tuvo a Lisbeth Salander bajo su protección.
Para ser sincero consigo mismo, lo cierto es que la acogió como si se tratara
de un pequeño proyecto social.
Le
encomendaba sencillas tareas de investigación e intentaba darle ideas de cómo
debía actuar. Ella lo escuchaba con mucha paciencia y luego llevaba a cabo la
misión totalmente a su manera. Le pidió al jefe técnico de Milton que le diera
a Lisbeth un curso básico de informática; Salander se pasó toda
una tarde sentada en el pupitre sin rechistar, hasta que el jefe técnico, algo molesto,
informó de que ya parecía poseer mejores conocimientos de informática que la
mayoría de la plantilla.
Pronto
Armanskij se dio cuenta de que Lisbeth Salander, a pesar de esas charlas
formativas sobre el desarrollo personal, las ofertas de cursos de formación
interna y otros modos de persuasión, no tenía intención de adaptarse a la
rutina laboral de Milton, lo cual no dejaba de ser un tema complicado para
Armanskij.
Continuaba
siendo un motivo de irritación para los demás trabajadores de la empresa.
Armanskij era consciente de que no habría aceptado que cualquier otro empleado
fuera y viniera como le diera la gana; en otras circunstancias, le habría dado
un ultimátum exigiendo una rectificación. También sospechaba que si le diera a
Lisbeth Salander un ultimátum o la amenazara con un despido, ella sólo se
encogería de hombros, y no la volvería a ver. Así que se veía obligado a
deshacerse de ella o a aceptar que no funcionaba como los demás.
Un
problema aún mayor para Armanskij lo constituía el hecho de no tener claros sus
propios sentimientos hacia la joven. Era como un picor molesto, repulsivo, pero
al mismo tiempo atrayente. No se trataba de una atracción sexual; por lo menos,
Armanskij no lo consideraba así. Las mujeres a las que Dragan solía mirar de
reojo eran rubias con muchas curvas y con labios carnosos que despertaban su imaginación;
además, llevaba veinte años casado con una finlandesa llamada Ritva, que todavía,
a su mediana edad, cumplía de sobra con esos requisitos. Nunca había sido
infiel; bueno, puede que en alguna ocasión hubiera ocurrido algo que su mujer
podía malinterpretar en el caso de enterarse, pero el matrimonio vivía feliz y
tenía dos hijas de la edad de Salander. De todas maneras, no le interesaban
las chicas sin pecho que, a distancia, podrían confundirse con chicos flacos
. En
fin, no era su tipo.
Aun
así, había empezado a sorprenderse a sí mismo con fantasías inapropiadas sobre
Lisbeth Salander y reconocía que no se sentía del todo indiferente cerca de
ella.
STIEG LARSSON, nació el 15 de agosto de 1954, en Estocolmo.
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