El hombre nunca puede cesar de soñar. El sueño es el
alimento del alma, como la comida lo es del cuerpo. Muchas veces, en nuestra
existencia, vemos nuestros sueños deshechos y nuestros deseos frustrados, pero
es necesario continuar soñando, pues de lo contrario nuestra alma muere.
El Buen Combate es aquel emprendido porque nuestro
corazón lo pide. Desplazado de los campos de batalla de antaño al interior de
nosotros mismos.
El Buen Combate es aquel entablado en nombre de nuestros
sueños. Cuando explotan dentro de nosotros, con todo su vigor, en la juventud,
tenemos mucho coraje pero todavía no hemos aprendido a luchar. Después de mucho
esfuerzo, hemos aprendido a luchar pero ya no tenemos el mismo coraje para
combatir. Por eso, nos volvemos contra nosotros mismos y pasamos a ser nuestro
peor enemigo. Decimos que nuestros sueños eran infantiles, difíciles de
realizar o fruto de nuestra ignorancia de las realidades de la vida. Matamos
nuestros sueños porque tenemos miedo de entablar el Buen Combate.
· El primer síntoma de que estamos matando nuestros
sueños es la falta de tiempo. Las personas más ocupadas siempre tienen tiempo
para todo. Sin embargo, las que nada hacen siempre están cansadas, no consiguen
realizar el poco trabajo que tienen y se quejan constantemente de que el día es
demasiado corto. En verdad, tienen miedo de enfrentarse con el Buen Combate.
· El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños son
nuestras certezas. Porque no queremos considerar la vida como una gran aventura
para ser vivida. Pasamos a juzgarnos sabios, justos, correctos en lo poco que
pedimos de la existencia. Miramos más allá de las murallas y escuchamos el
ruido de lanzas que se rompen, el olor de sudor y de pólvora. Pero nunca
notamos la alegría, la inmensa alegría que está en el corazón de quien está
luchando, porque para ellos no importan ni la victoria ni la derrota, importa
sólo participar del Buen Combate.
· Finalmente, el tercer síntoma de la muerte de nuestros
sueños es la paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo, sin pedirnos cosas
importantes y sin exigirnos más de lo que queremos dar. Creemos entonces que ya
estamos maduros; abandonamos las fantasías de la infancia y conseguimos
realizarnos personal y profesionalmente. Nos sorprendemos cuando alguien de
nuestra edad dice que quiere todavía esto o aquello de la vida. Pero, en
verdad, en lo íntimo de nuestro corazón sabemos que lo que ocurrió fue que
renunciamos a luchar por nuestros sueños, a entablar el Buen Combate.
Cuando renunciamos a nuestros sueños y encontramos la
paz, tenemos un pequeño período de tranquilidad. Pero los sueños muertos
comienzan a pudrirse dentro de nosotros e infectan todo el ambiente en que
vivimos. Empezamos a ser crueles con los que nos rodean y finalmente pasamos a
dirigir esta crueldad contra nosotros mismos. Surgen las enfermedades y las
psicosis. Lo que queríamos evitar en el combate –la decepción y la derrota-
pasa a ser el único legado de nuestra cobardía. Y llega un bello día en que los
sueños muertos y podridos vuelven el aire tan irrespirable que pasamos a desear
la muerte, la muerte que nos libre de nuestras certezas, de nuestras
ocupaciones y de aquella terrible paz de las tardes de domingo.
PAULO COELHO, nace el 24 de agosto
de 1947, en Rio de Janeiro (BRASIL)
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