Estar
enamorado no es amar, porque amar es un sentimiento y estar enamorado es una
pasión.
Las
pasiones, por definición, son emociones desenfrenadas, fuertes, absorbentes,
intensas y fugaces como el destello de un flash, capaces de producir
transitoriamente una exaltación en el estado anímico y una alteración de la
conciencia del mundo del apasionado.
Este
caos emocional tiene, lamentablemente y afortunadamente, una duración muy
corta. Lamentablemente, porque mientras lo vivimos nos gustaría permanecer en
la fascinante intensidad de cada una de las vivencias. Y afortunadamente
porque, quizás, nuestras células explotarían si este estado se prolongara
demasiado tiempo.
Inmerso
en esa pasión perturbadora, nadie puede hacer otra cosa que no sea sentir,
pensar o recordar a la persona de la cual está enamorado.
Se
trata pues de un estado fugaz de descentramiento (uno cree que el centro de la
vida de uno es el otro), una especie de locura transitoria que se cura sola y,
en general, sin dejar secuelas.
Amar,
en cambio, es fantástico porque, si bien no tiene la intensidad de las
pasiones, posee una profundidad de la que el enamoramiento carece.
JORGE BUCAY, nace el 30 de octubre de
1949, en Buenos Aires
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