Actualmente, preparados por la tecnología moderna y
acuciados por la escisión de lo “inescindible” (átomos), el gran desafío para
el hombre es el hombre mismo. La gran confrontación no es la del hombre
enfrentándose a las fuerzas histórico – tecnológico – científicas que él mismo
ha convertido en un universo artificial, construido también por él mismo.
Enfrentado a este sistema construido por el hombre el
individuo se siente mucho más desolado que cuando se enfrenta al mundo divino o
al mundo natural. El sistema, a diferencia de Dios o la naturaleza, se resiste
a la personalización: no se puede individualizar; es anónimo, no parece que
nadie tenga un control real sobre él. El anonimato y la despersonalización del
mito tecnológico.
En suma, el destino del ser humano no se deja a la “voluntad
del Dios” ni a los caprichos de la naturaleza, sino a la “esfinge”, al enigma
del hombre, Dios y la naturaleza quizá conserven todavía para muchos la misma
función de gobernar el mundo, pero para las élites del complejo tecnológico que
maneja el mundo externo, su función parece más bien secundaria.
La tecnología crea un mundo construido por el hombre y
nos obliga a vivir en él. No podemos sobrevivir fuera de él. Sin electricidad y
los llamados servicios de la medicina, la comunicación, el transporte, la
industria, etc. la megalópolis se podría hundir. En lugar de un organismo vivo
hemos creado una organización artificial.
Un organismo vivo se regenera por su propia fuerza; se
recicla a sí mismo, regenera sus pates perdidas a dañadas en simbiosis con su
ambiente. El sistema tecnológico es un sistema mecánico y no animista, no tiene
libertad ni espacio para la conciencia. Sólo podemos sobrevivir si trabajamos
para el sistema, si lo mantenemos en marcha constante. Nuestro trabajo humano
ya no respeta los ritmos naturales de la tierra, sino que se ha artificiado, se
ha reducido a mero mantenimiento mecánico. Estamos atados al trabajo semanal,
es decir al tri-palium, el instrumento de tortura. La contemplación queda
excluida o se convierte en un lujo.
No se hace nada por sí mismo, puesto que no sería
productivo. Todo lo que hacemos está encaminado a perpetuar el sistema. Para
tres cuartas partes de la humanidad este trabajo da unos frutos muy escasos:
viven en condiciones sub-animales. Pero los otros prosperan.
Actualmente la tarea más urgente de la religión es
re-descubrir su función adecuada. La religión no puede dejar los problemas
fundamentales del hombre a meras soluciones técnicas, a los análisis de
aquellas ciencias particulares que corresponden a un pensamiento único, aunque
sea el prevalente.
RAIMON PANIKKAR, nace
el 2 de noviembre de 1918, en Barcelona
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