En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento,
de gorriones y de luz azul. Me acuerdo. Mi madre murió entonces.
¿Te acuerdas, Justina? Acomodaste las sillas a lo largo
del corredor para que la gente que viniera a verla esperara su turno.
Estuvieron vacías. Y mi madre sola, en medio de los cirios; su cara pálida y
sus dientes blancos asomándose apenitas entre sus labios morados, endurecidos
por la amoratada muerte. Sus pestañas quietas; quieto ya su corazón. Tú y yo
allí, rezando rezos interminables, sin que ella oyera nada, sin que tú y yo oyéramos
nada, todo perdido en la sonoridad del viento debajo de la noche. Planchaste su
vestido negro, almidonado el cuello y el puño de sus mangas para que sus manos
se vieran nuevas, cruzadas sobre su pecho muerto; su viejo pecho amoroso sobre
el que dormí en un tiempo y que me dio de comer y que palpitó para arrullar mis
sueños.
Nadie vino a verla. Así estuvo mejor. La muerte no se
reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas.
Tocaron la aldaba. Tú saliste.
- Ve tú –te dije-. Yo veo borrosa la cara de la gente. Y
haz que se vayan. ¿Qué vienen por el dinero de las misas gregorianas? Ella no
dejó ningún dinero. Díselos, Justina. ¿Qué no saldrá del Purgatorio si no le
rezan esas misas?¿Quiénes son ellos para hacer la justicia, Justina? ¿Dices que
estoy loca? Está bien.
Y tus sillas se quedaron vacías hasta que fuimos a
enterrarla con aquellos hombres alquilados, sudando por un peso ajeno, extraños
a cualquier pena. Cerraron la sepultura con arena mojada; bajaron el cajón
despacio, con la paciencia de su oficio, bajo el aire que les refrescaba su
esfuerzo. Sus ojos fríos, indiferentes. Dijeron: “Es tanto”. Y tú pagaste, como
quien compra una cosa, desanudando tu pañuelo húmedo de lágrimas, exprimido y
vuelto a exprimir y ahora guardando el dinero de los funerales…
Y cuando ellos se fueron, te arrodillaste en el lugar
donde había quedado su cara y besaste la tierra y podrías haber abierto un
agujero, si yo no te hubiera dicho: “Vámonos, Justina, ella está en otra parte,
aquí no hay más que una cosa muerta”.
Hoy 1 de noviembre:
Día de los Difuntos
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