Don Miguel le anunció su pronto embarque en uno de los
galeones armados para la caza de piratas que cruzaban de Malta a Tánger.
Admitían a cualquiera en esas embarcaciones, a menudo mal equipadas o vetustas,
y la tripulación se componía de aventureros, a veces incluso de antiguos
piratas o de turcos convertidos, bajo las órdenes de algún capitán por azar.
Los sirvientes, informados no se sabe bien como, creían saber que don Miguel
había firmado su alistamiento esa misma mañana.
Don Álvaro le dijo secamente:
- Tenéis unas ideas muy singulares para ser un
gentilhombre.
Pero este golpe le era duro. Empalideció visiblemente. Le
dijo a su hijo:
- Pensad, señor, que no tengo ningún otro heredero.
Don Miguel miraba fijamente al vacío. Alguna cosa
desesperada se pintó en esa mirada y, sin que ningún músculo de su rostro
temblara, la cara se le cubrió de lágrimas. Entonces, don Álvaro pareció
comprender que un cruel combate se libraba, quizás desde hacía tiempo, en el
interior del alma de su hijo. Don Miguel iba a hablar, a confiarse
probablemente. Su padre le detuvo con un gesto.
- No -dijo-. Supongo que se os ha estado enviada una
prueba. No hace falta que lo sepa. Nadie tiene derecho a interponerse entre una
conciencia y Dios. Haced lo que os parezca mejor. Para acarrear con vuestras
miserias, ya tengo demasiado con mis pecados.
Encajó la mano de su hijo; los dos hombres se abrazaron
solemnemente. Don Miguel salió. Desde entonces nadie sabía de su paradero.
MARGUERITE
YOURCENAR, nació el 8 de junio de 1903, en Bruselas.
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