lunes, 28 de julio de 2014

LA gran GUERRA



El 28 de junio de 1914 amanece radiante. En la próspera Europa, las fábricas están en plena producción, y las cosechas listas para la siega. Es un mundo feliz, en especial para sus clases acomodadas: la aristocracia, los industriales, los banqueros, los altos funcionarios y los políticos. The idle rich, como dicen los ingleses. Gracias a los avances de la ciencia y de la técnica, nunca se ha vivido mejor. La satisfecha sociedad occidental contempla el futuro con optimismo. Es la belle époque, especialmente para los pudientes.

Este verano promete ser excepcionalmente tranquilo, como recordará Churchill en sus memorias. Han comenzado las vacaciones. Los gobiernos se dispersan, los parlamentos cierran, los balnearios y los casinos de ruleta abren. Para los políticos es tiempo de relajarse y disfrutar, de mirarse al espejo, meter la barriga y pensar, aprobadoramente.

El naipe defectuoso que va a provocar el derrumbamiento del ilusorio castillo europeo es Sarajevo, capital de Bosnia Herzegovina, una nueva provincia recién incorporada al imperio austrohúngaro.

La pequeña ciudad de apenas setenta mil habitantes, emplazada a la orilla de un río, en un valle, entre montañas, se ha engalanado para recibir el heredero del trono austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando, y, a su esposa, la duquesa Sofía Chotek.

A lo largo del itinerario oficial, que discurre a la orilla rumorosa del río Miljacka, ciento veinte policías vigilan la carretera. Quizá no sean muchos, pero Sarajevo tampoco es una ciudad conflictiva. Precisamente por eso, porque es una ciudad tranquila y no se espera demasiada vigilancia, la ha escogido una banda terrorista serbo bosniana, la Mano Negra, para atentar contra el archiduque, el representante y heredero del odiado emperador.


28 de julio de 1914, es declarada oficialmente la 1ª Guerra Mundial





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